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lunes, 25 de marzo de 2013

Voces

Ya vienen.
Percibo su álter ego entre mis manos.

Agonizan,
junto a las vocales arrogantes
latiendo desenfrenadas,
aúllan a los vitrales oprimidos
en las lagunas de la memoria.

Despliegan sus alas de plomo,
derrapan en los habitáculos sombríos
de una bocanada ácida que emerge de la ironía
que se convenció Fénix y murió paloma
que se arrastrará perenne confesándose profana.

(Él tiene la tinta de mis derrotas en la brutalidad de su ausencia).

No le puede decir esta boca
del vértigo pueril que encarna la muchedumbre
a la hora de la desnudez de la sangre,
donde se descama el pretérito
para hacer cortinas que bailen a medianoche
empapadas de llanto peregrino.

No quisiera arremeter esta lengua
a la batalla infinita sujeta a su nombre,
al trinar impertinente que merodea al trapecio
cuando la ciudad finge que duerme.

Por eso es que callan
condenadas al paraíso oblicuo del nunca jamás
en la timidez quimérica de un pálido murmullo
que lo dice todo para que brote nada.

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