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viernes, 12 de febrero de 2010

Péndulo


Cuando sí.

Cuando querés derribar el manzano crepuscular,
con las venas despiadadas,
el yelmo reluciente que amenaza,
y la barricada de la dignidad
otrora,
se pierde en la palidez insistente de no estar.

Cuando sí,
es tu mismo látigo resucitando,
desempolvando la bóveda de los por si acaso,
descarozando el melodrama obsoleto de la ambigüedad,
acusando figuras oscuras y somnolientas.

Cuando sí, se desfigura el pretérito,
tangente del destino hambriento de un apóstol.

Y cuando no.

Cuando no deshacés el camino inquieto de la partida,
de unos tristes motivos sí y no.

Sí,
para poderme desaguar en la noche,
acobardarme en la sombra pudenda de la rebeldía.

No,
para crucificarte en la penumbrosa manía,
en el principio binario de no resignarte,
aunque se note que se desmayó la vida cruenta
justo antes de pulirte.
Y cuando a veces,
para desnudar tus manos en mi memoria,
sodomizado por la labor tenue de mi epitafio
mis mariposas clandestinas elaboran una búsqueda,
envían a la maraña misma,
la filantropía de tu piel ajena,
a las cláusulas post mortem,
y reniego a duras penas de abril.

Por eso no,
por eso sí,
por eso a veces.







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