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sábado, 20 de febrero de 2010

Interludio




Yo sé.

Que el diablo se ha olvidado un alfiler en tu camisa,
las palabras en la cama
y la copa meciéndose en la mano del peregrino.

Yo sé que agosto debiera regresarte
aún dejando de perpetrar el corazón verde
y se plagara la amazona de crisálidas.

Sé que el ritual amorfo de fingirnos lejanos
ha pulido el rostro de la mentira,
y se ha robado de la esquina falsa, la escarlata del olvido
y el amor rupestre de una loca como yo,
sin lunas menguando los besos,
deshilachados de tanto acercarlos al poder de inventarnos
siendo más que las manos del miedo.

Sé que tu manía absurda de repicarme en la lluvia
se ha adueñado de las monedas de tu bolsillo
y las apila para desubicar las miradas crudas que nos profanan.

Yo sé que olvidarme es más fácil que asumirme,
tan pluvial, tan tramada.

La marchita costumbre de abanicar lo que más duele
ha estrechado las manos de la pobreza del alma,
y sé que al fin el grito bestial del inconsolable destino
empolvará tus pisadas, migrando de tanto saber,
al esqueleto de la angustia.

Yo lo sé.

No sé vos.

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